Era una noche despejada. En la tranquilidad de mi hogar mis padres, mi hermana Elisabet de 3 años y yo estábamos cenando alrededor de una vieja mesa únicamente iluminada por el juego del hogar y la claridad que irradiaba aquella hermosa Luna llena y se colaba entre las tejas descolocadas.
Esa noche habíamos tenido suerte, mi padre consiguió un pequeño trabajo, como ayudante del Lord Morbius, para mi y para él -Un hombre bondadoso- había dicho mi padre -Nada más escuchar lo de tu hermana nos ofreció un puesto es sus cocinas-... Como iba él imaginar aquello.
La puerta sonó y mi padre se levantó para abrirla. Una mujer estaban al otro lado y sin mediar palabra se abalanzó sobre el cuello de padre.
Me levanté, no pensaba, corrí hacia ella envuelto por la cacofonía de las suplicas de papá cuando un brazo me golpeó y me envió al otro extremo de la habitación.
Cuando comencé a recuperar la consciencia un susurro sensual recitaba -Pocas veces degusto una sangre tan juvenil ¡deliciosa!... Cariño, déjaselo a la niña.
Mi vista comenzó a aclararse... ojalá nunca lo hiciese. Sobre la mesa mi madre... mamá... yacía ante un satisfecho Morbius cubierto de sangre mientras que la mujer lamía sus carnosos labios -Elisabet-(pensé)... La busqué desesperado con la mirada hasta encontrarla en una esquina oscura
-¡Elisabet!-(sollocé). Ella se me empezó a acercar:
-Corre Elisabet, aléjate de aquí.
Pero no hizo caso, cuando la luz de la Luna iluminó su cuerpo ella estaba ensangrentada, sus ojos teñidos de sangre y sus dientes... crecidos.
-Aí tienes tu aperitivo cariño, ve por él, ahora yo soy tu familia- Las palabras de Morbius me turbaron y antes de que pudiese saber que ocurría el techo se desmoronó y una figura cayó sobre la mesa.
El polvo lo cubría todo pero pude ver como aquel hombre arrancaba la cabeza a Morbius y, con la celeridad del rayo, rajaba a la mujer que la acompañaba... El polvo se dispersó y lo pude ver claro, bajo la luz de la Luna. No era un hombre... un lobo.
Elisabet se giró y antes de que pudiese reaccionar el lobo la agarró por el cuello y la alzó:
-Tan joven...una pena
-El lobo ¿¡HABLA!? (pensé)
Se escuchó un leve chasquido, como el sonido de una rama al romperse, y el cuerpo extinto de Elisabet fue depositado sobre mamá.
Lo siguiente que ocurrió cambio mi vida:
-Mi nombre es Launch y esto te va doler menos que todo lo que tus jóvenes ojos han visto.
Me llevó con él, me explico que había fuerzas desatadas que debían ser controlados y que los Licántropos eramos la fuerza de Gaia, enviados para controlar a los hombres que abusaban de los dones que Ella ofrecía y librarla de aquellos que osaban caminar sobre Su cuerpo tras la espiración de su tiempo.
Ahora he crecido, soy uno más entre los hijos de Gaia y lucho por ella. Anochece y he de honrar a mi madre...